“No tengo energía”; “Me siento desesperanzado”; “Él hirió mis sentimientos”; “Necesito tiempo para mí mismo”; “No la soporto”; “Me siento cómodo con esto”; “Me asusta lo que está por venir”.
¿Quién es este “yo” al que constantemente nos referimos? ¿El “yo” que ama u odia a los demás? ¿Que quiere o rechaza varias cosas? ¿Que tiene energía o se siente agotado?
Hasta ahora, la neurociencia y muchos enfoques psicológicos han tratado la experiencia del “yo” (nuestra sensación de conciencia) como algo que se origina en el cuerpo y el cerebro.
Recientemente, sin embargo, la ciencia ha comenzado a cuestionar este vínculo exclusivo entre el cerebro y la conciencia. Este cambio se puede ver en un artículo de Yehonatan Gabrielov publicado en el sitio web de Srugim (enlace: tinyurl.com/yt5h6ysd):
“Las experiencias cercanas a la muerte, los recuerdos de vidas pasadas y los misteriosos fenómenos cuánticos están haciendo que los científicos reexaminen la relación cerebro-conciencia y, tal vez, abandonen la suposición de que el cerebro es la única fuente de nuestra conciencia”.
La ciencia debe, de hecho, ir más allá de la física clásica. Cuando lo haga, comenzando con la física cuántica, descubrirá reinos completamente nuevos que antes estaban ocultos a la vista. Esto también permitirá explicar fenómenos y experiencias que muchos individuos espiritualmente desarrollados ya han experimentado.
La ciencia convencional alcanzará entonces las mismas ideas y la misma comprensión que los científicos superdotados captaron y lograron en el siglo anterior.
A Nikola Tesla (en la foto), ampliamente considerado como uno de los mayores inventores e ingenieros eléctricos de la historia, se le atribuye la siguiente frase: “Mi cerebro es solo un receptor, en el Universo hay un núcleo del que obtenemos conocimiento, fuerza e inspiración. No he penetrado en los secretos de este núcleo, pero sé que existe”.
Sir John Eccles, investigador del cerebro y ganador del Premio Nobel, escribió en “El yo y su cerebro”: “El cerebro, una compleja máquina neuronal, es fundamentalmente incapaz de comprender todo lo que constituye nuestra esencia y ser humano. Esto requiere un espíritu activo e independiente que utilice el cerebro como su instrumento”. Además, escribió en “Evolución del cerebro: Creación del yo”: “Sostengo que el misterio humano se ve increíblemente degradado por el reduccionismo científico, con su afirmación en el materialismo promisorio de dar cuenta eventualmente de todo el mundo espiritual en términos de patrones de actividad neuronal. Esta creencia debe clasificarse como una superstición… tenemos que reconocer que somos seres espirituales con almas que existen en un mundo espiritual, así como seres materiales con cuerpos y cerebros que existen en un mundo material”.
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